Juan Parra, comprometido con Jimena

"Soy más del Barrio Alto; siempre he tirado y sigo tirando 'pal' Barrio Arriba"

A Juan Parra llevamos toda la vida viéndole sólo medio cuerpo, el que sobresale por encima de la mesa (y del antiguo mostrador) de la Caja de Ahorros. Suficiente para tenerle por una persona conversadora, risueña y con su punto de timidez, como “escondido” detrás de las gafas y el bigote. Dicen los que le conocen que tiene una memoria prodigiosa, lo que no quita para que (¡lo sabemos!) acudiese a esta entrevista-cena “con los deberes hechos”. Lo suyo no es pasar de vacío por esta vida. Ha participado en la mayoría de movimientos, colectivos, corrientes y asociaciones que se han sucedido en las últimas cuatro décadas en Jimena, un pueblo del que pudo ser alcalde y no quiso, anteponiendo la amistad a otros intereses.

TioJimeno Digital: Jimenato de pura cepa, ¿no?
Juan Parra: Soy de la calle Sevilla, aunque ahora vivo en la Estación. Nací en Jimena, justo debajo del Ayuntamiento, en una casa en la que todavía vive mi madre. Como suelo decir, soy de la quinta del 72, segundo reemplazo, nací el 11 de Septiembre de 1951, el mismo día de las Torres Gemelas pero, vamos, que el día que pasó eso celebré mi cumpleaños. En la familia somos dos hermanos. Mi hermana actualmente vive en el Tesorillo.

TJD: Entonces no había escuela, ¿no?
JP: No. Mi primer profesor fue “zeñantoniochamorro” (señor Antonio Chamorro), que daba clases por los domicilios. Eran clases privadas, aunque a mi casa también venía a veces Martín Cano. Chamorro era uno de los profesores de Jimena junto con don Román o el mismo Alfonso Moreno, el de la luz. También estaba Prieto, no el poeta sino el padre de Tomás el que estaba en el Ayuntamiento. Este era famoso por su dureza... cogía la vara verde y…. Daba sus clases por la calle Ancha. Yo estuve con él un día o dos y ya no fui más. Me fui de allí, literalmente, corriendo.
También recuerdo de aquel entonces una clase de parvulitos enfrente de lo del maestro Sarrias. Y también a Ana Rosa y a don Teodoro, frente a la iglesia de San Francisco.
No llegué a acabar el Instituto porque ya entré a trabajar en la Caja pero fue la época de maestros como Eduardo López Mejías, al que se le ha hecho un homenaje después. Era un profesor muy atípico: ha sido el único en mi vida que me ha obligado a ir a clase los tres primeros días de la Semana Santa. Vivía en el molino del Tragante, que por eso se llama El Molino del Profesor. Fue una persona muy integrada en el pueblo y descubrió muchas cosas antiguas, como el mosaico de Marchenilla.
También de aquella época era Don Alberto Blanco.

TJD:¿Qué recuerdos tienes de aquella infancia?
JP: Los niños estábamos todo el día en la calle. No había ni coches ni televisión. Ni agua corriente en las casas. La mayoría no tenía ni saneamiento. De día ni siquiera había luz eléctrica, sino que la corriente llegaba a las 6 o las 7 de la tarde. Primero le “daban la prueba” y luego ya venía la definitiva. En casa no se podían encender dos bombillas a la vez porque saltaba un chivato y se apagaban las dos. Vamos, que a mi Juan, que tiene 20 años, le cuento estas cosas y no se lo cree.
Recuerdo que la primera vez que vi la tele fue para “ver” una corrida de toros, en lo de Castilla el viejo. Pero, vamos, había que poner mucha voluntad para ver los toros con tanta agüilla. Más tarde, ya comencé a ir a la casa de don Gerardo a ver su tele. Y allí vi series como El Fugitivo, Viaje al Fondo del Mar o Los Vengadores.
Mi pandilla eran Martín Cano y Juan Carlos Caña, que ahora está en Madrid. Estos eran mis vecinos y jugábamos en el “Llano de los Carlitos” del Paseo Cristina o junto al cuartel de la Guardia Civil, al lado del Pósito.
De mi época quedan pocos en Jimena: Carlos, Damián… los demás casi todos se han ido fuera, como Trillo.


TJD: Tu no te fuiste y empezaste a trabajar en la Caja, ¿no?
JP: Entré en la caja con 16 años. Estaba haciendo cuarto de Bachiller y me llamaron para repartir los sobres de la Caja de Jerez. Entré en el 68. El 25 de marzo hizo 40 años. Estuve dos años de meritorio, o de “becario” como se diría ahora. Mi primer contrato legal lo firmé el 1 de Octubre de 1970. No me daban casi nada, no sé si 100 pesetas al mes.
En todo este tiempo, el trabajo ha cambiado muchísimo. Ya afortunadamente no apuntamos a pluma y no tenemos esos cierres de año mortales, en los que había que trabajar hasta las 2 o las 3 de la madrugada.
En este tiempo ha habido cinco directores: Juan Luis Rodríguez, don José, Manolo Pérez (de San Pablo), Juan José Rebolledo y Jorge Cárdenas… En la banca hubieran sido muchos más.

TJD:¿Del Barrio Alto, del Barrio Bajo o de La Estación?
JP: Soy más de barrio alto, de la iglesia del Llano de la Victoria. Siempre he tirado para arriba, siempre me ha gustado más. Vamos, venía tanto que terminé encontrándome aquí a Catalina.
Nunca he sido un novio de casa, no me han tenido que ganar con el piñonate (sonríe y pone la cara con que sale en esta foto).


Yo llegaba hasta la puerta y poco más. Nos gustaba ir a La Bodega. Eran los tiempos de los pajaritos fritos.
Después me casé y ya si me fui a vivir a la Estación. Era el año 77 y desde entonces no he cambiado de casa. Me casé el 18 de julio, que entonces era fiesta. Llevamos 30 años casados. El solar lo compramos entre tres y yo luego me quedé con la parcelita más pequeña. Hacer mi casa me costó poco más de un millón de pesetas con todo (agua, luz, el solar….). Después me he comprado coches que me han costado más que la propia casa.

TJD: A la juventud de aquella época os marco el Salón Parroquial…
JP: El padre Hernández fue el que inició aquello. José Antonio Hernández Guerrero. Ex-cura, porque se salió después, como muchos. Don José Tocón lo cerró porque nos cogió una vez jugando a las cartas con dinero. Nos llevó a todos al cuartel y le dijo al cura que se acabó. Jugábamos a las gordas o las pesetas.
En verdad, había dos salones. Uno era el de Fernando Vargas, el Gorrión, el Mazorco, los Pajares… El otro era el nuestro, que tenía nombre y todo: Los Soñadores, que era el nombre de un conjunto musical de la época. En él estaban los Trillo, Sabau, Teodoro, Carlos, Luis Luque…



La idea era tener un sitio donde reunirnos porque los bares estaban prohibitivos. .. casi como ahora. Comprábamos nuestra bebida a precio de costo.

TJD: Aparte del botellón de la época, ¿había connotaciones políticas en esos salones parroquiales?
JP: No. Había quien tenía sus ideas, como Juan Ignacio Trillo. Yo le echaba una mano guardando El Mundo Obrero en mi casa. Fíjate, si se llegaba a enterar mi padre, me mataba. Pero creo que él le temía más al suyo que yo al mío. También le guardaba libros de Marx y Engels, que los consiguió en Madrid, donde estuvo estudiando en el Ramiro de Maeztu.
Pero vamos, que en el salón no se hablaba de política casi para nada.

TJD:¿Cómo andaba la cosa de música allí?
JP: Pues poníamos la música de la época. Yo era de Los Brincos, Los Relámpagos y Adamo. También me gustaban Los Beatles. Los prefería a los Rolling, que eran más salvajes. Me gustaban mucho los BeeGees, The Mamas and the Papas…
En aquella época había mucha música italiana: Nicola di Bari, Domenico Modugno,…

TJD: Los discos del “agarrati con tomati”…
JP: En este salón ya se podía bailar, bajo las bombillitas amarillas decoradas con papel celofán rojo para hacerlo más íntimo. Tengo muchos discos de aquella época, pero no sé qué hacer con ellos. No los voy a tirar pero tengo el tocadiscos averiado.

TJD: ¿Flamenco?
JP: Me gustaba pero hace mucho tiempo que no voy al festival. Fui socio de la peña flamenca pero también lo dejé.


TJD: ¿Y los bares de la época?
JP: Me gustaba el bar de Frasquito Vargas, pero el de abajo, el de la esquina. Y La Bodega, donde terminábamos todos los de mi época. Entonces, “las tantas” eran las 2 o las 3 de la madrugada. Se salía el domingo por la noche. También iba al bar del Mirrero, que estaba al lado de lo que fue el instituto de arriba. También ponían pajaritos.
Aunque para tapear, como la fuentecita blanca del Maleta no hay ná.

TJD: Hablando de pajaritos, ¿has sido cazador?
JP: No he sido nunca muy cazador. Tuve licencia y permiso de armas pero no llegué a comprarme la escopeta. Casi no he ido de perchas… porque no me gustan mucho los pajaritos fritos. Cuando he ido de cacería ha sido por echar el día, con la garrafita de Salas.

Batata nos trae un plato de chantarellas. Y Juan nos comenta…

Nuca me han llamado la atención los hongos. No soy honguero. Mi paseíto me lo doy por la carretera para bajar el colesterol y el azúcar.


TJD: Lo que sí te ha gustado siempre es el cine…
JP: Me encanta Lawrence de Arabia, la he visto un montón de veces. En cinemascope vi yo en el año 75 El Coloso en Llamas, otra película que me gusta mucho. La vi en Madrid en el 75, que estaba de estreno.
Me pilló aquí el matiné de tarde, el domingo a las 6 y media, que costaba 2 y medio. También el cine de verano, donde está ahora el aparcamiento, con las sillas de madera. Ahí me pasó una cosa curiosa. Iba un día con el hijo del teniente de la Guardia Civil a ver una película para mayores de 16 años. Nosotros éramos menores pero al hijo del teniente los dejaron pasar y eso que era más chico que yo. Y a mi me dejaron en la puerta.
Y me gustan mucho las bandas sonoras de las películas, como la de Braveheart, el Último Mohicano o Gladiator. También me gusta escuchar la banda de música de la legión. El jueves santo fui a Málaga a verla.

TJD:¿Eres lector?
JP: Antes leía mucho pero ahora hay otras distracciones menos penosas, como la tele o internet. Me gustaba Frederic Forsyth, Los perros de la Guerra… Cuando leo busco distraerme, no quiero dramas ni problemas. Lo último que estoy leyendo es lo que escriben los paisanos: Juan Rondón, Luis Vallecilllo, José Lorenzo Rodríguez Piñero…

TJD:¿Qué nos puedes contar de tu familia?
JP: Pues tengo dos hijos. Los dos están trabajando. José María para una empresa inglesa por internet. Pero no sé ni lo que hace. Son autónomos y hacen tratos con los ingleses. él es ‘teleco’. El otro actualmente trabaja en Palmones en una ferretería industrial porque no ha querido estudiar. Ni lo intentó siquiera. De hecho ni ha terminado la ESO. Este ha salido del Barcelona. El otro no, es colchonero.
Al mayor le gusta el bricolaje. Es manitas. No sé a quién ha salido. Él se compra las cosas en el Leroy Merlin o el Ikea y se lo monta ‘tó’. Una vez me metió en el Ikea y me tuve que salir pa’fuera viendo el arte que tiene la gente para meter los tiestos que compra allí en los coches.


TJD: Vamos al tema político. ¿Cómo entraste en el PSOE?
JP: Mi primer contacto con la política la tuve en las primeras elecciones locales, que colaboré con aquel grupo independiente. Fui interventor en una mesa. Luis Vallecillo salió elegido concejal y le dieron Festejos.



Al PSOE me afilié después, en 1980. Me convenció Pepe (Carracao), que es amigo mío. Me presenté por primera vez en el 83. Sacamos 12 concejales frente a 1 del Partido Comunista, que creo que era Modesto. Sin embargo, nos quedamos casi sin concejales. Dimitieron Andrés Beffa, Práxedes, Juan José Gómez… y se nos acabaron hasta los suplentes. Terminamos la legislatura con menos concejales de los que eran.
Y me fui cuando se fue Pepe. En 12 años estuve en Policía Local, Hacienda y Urbanismo y fui primer teniente de alcalde casi los 12 años, menos al final, con los cambios de Ildefonso.

En la coyuntura de aquel momento, se podía haber dado el caso de que Juan se convirtiera en el alcalde de Jimena, pero tanto él como varios de sus compañeros tuvieron que renunciar a favor de que a la postre sería el siguiente alcalde, Ildefonso Gómez.



TJD: ¿Mucho trabajo en Hacienda?
JP: La verdad es que no estaba la cosa tan mala como para estar meses sin cobrar, cosa que sí pasaba antes. Los sueldos de los funcionarios eran muy muy bajos y le dimos una buena subida para que los trabajadores tuvieran un sueldo digno. El primer año yo cobraba, como concejal, 2.000 o 3.000 pesetas… Y no había liberados. Yo tenía que ir fuera a reuniones y tenía que pagarme hasta la gasolina. No estaba liberado ni Carracao que iba a su escuela por la mañana. Luego más tarde sí se liberó pero era el único.
Yo tenía mi trabajo por la mañana así que sólo podía ir a los plenos si eran por la tarde.

TJD: En ese sentido, la cosa ha cambiado mucho, ¿no crees?
JP: El concejal, si está liberado, no puede tener un horario como un funcionario, sino gestionar para hacer que el sueldo que se te paga esté bien invertido. Que si me dan 2.000 euros pero gestiono para que vengan al pueblo 20.000, bien invertido está. Hay que ser buen gestor. Una cosa es vivir para la política y otra vivir de la política.
En nuestra época éramos simplemente concejales de pleno: íbamos al pleno y poco más porque no daba tiempo para más. Los que tienen que tirar del carro son los liberados.
Ahora tienen más apoyos. Además, el agua y la basura la lleva Mancomunidad; Diputación hace la recaudación y pone el SAM,…

TJD: ¿Eras felipista o guerrista?
JP: Me mantuve al margen de las guerras internas en aquel tiempo. Ahora, Guerra es el único que queda de aquella época. Me cae bien Alfonso.

TJD: ¿Y qué te parece Zapatero?
JP: Creo que es un buen presidente aunque hoy ha tenido un problema para elegir al presidente del Congreso.

TJD: ¿Y a nivel local?
JP: De Pascual, por supuesto. Le veo con futuro.

TJD: ¿No lo ves un poco verde?
JP: Todos hemos empezado verdes en esto de la política municipal. Imagina a los que estábamos al principio.

TJD: ¿Cómo fue lo de dejar la política?
JP: La política cansa. Después de 12 años y habiendo gente nueva con ganas de estar no veía por qué seguir. También tenía la amistad con Pepe. Entré con él y me marché con él. La vida política se acaba.

TJD: ¿Has estado en muchos movimientos de asociaciones y colectivos?
JP: Además de lo del grupo parroquial, estuve en el CEIJ, el Centro de Estudios e Iniciativas de Jimena. Fue otro grupo que quería ser una cosa que al final no pudo ser. Queríamos levantar Jimena y no nos levantamos ni a nosotros mismos.



TJD: El CEIJ incluso llegó a montar una caseta en la feria, con Frank Botgen...
JP: Sí, pero yo a la que tengo especial cariño es a la caseta de feria de La Llave, que comenzamos a montarla en aquella época, en 1977. La primera se montó en la fábrica de harina de Antonio Cuenca. Luego estuvimos también en El Paseo. Fue la primera caseta particular que se montó en Jimena y duramos dos o tres ferias.



Luego vinieron otras, como Los Morrongos o la Peña Gorda. Llegamos a sacar una carroza por la feria de agosto que era una llave enorme. Esa implicación se ha ido perdiendo, porque somos más cómodos. Siempre hacen falta tres o cuatro que tiren del carro y si estos fallan, se acaba.

TJD: ¿Por qué lo de “La llave”?
JP: Pues la verdad es que no tengo ni idea.



TJD: Y hablando de casetas… ¿de qué feria eres?
JP: Las ferias en general no me gustan mucho. A la feria de mayo vengo por el día. Y a la de agosto, por la noche. Estoy en la directiva de la Asociación de Amigos del Baile aunque no soy bailarín, más que nada por tener un grupo de reuniones. Siempre hacemos algo, como este domingo que tenemos una paella en el camping. Pero vamos, que nunca me ha gustado bailar. Ni siquiera de soltero. Soy “amigo del baile”.

TJD: ¿Eres futbolero?
JP: Me gusta el fútbol. No soy ni del Barcelona ni del Madrid… (Y nos enseña la VISA del Atlético de Madrid). Soy colchonero.
Aquí en Jimena fui tesorero del CD Jimena el año de Regional Preferente. Y no dormía. Dormía con mis deudas pero me quitaban el sueño las del club. Había muchos jugadores de fuera, a los que había que pagar todo: coche, masajistas, entrenador,... Jugamos con el Algeciras incluso. Vamos, los domingos perdidos, dedicados al fútbol… Así que cuando acabó la temporada dije: se acabó.
También estuve en el equipo cuando lo llevaba el maestro Sarrias. Con él, la sede estaba en los antiguos juzgados, entrando a la derecha. Allí nos reuníamos, en el bar.



TJD: Y ya ha llovido desde entonces. ¿Piensas en la jubilación?
JP: He tenido la oportunidad de jubilarme ahora. No me ha pillado por poco, por tres meses, el plan de prejubilación de la Caja. Ahora como mínimo no me podré jubilar hasta los 61. Pero si hubiera podido lo hubiera aprovechado.

TJD: Si te hubieras jubilado, ¿a qué dedicarías tu tiempo?
JP: A mí me gusta viajar, aunque, como en todo, en esto influye la señora y la economía. Me gustaría ver España. No soy de los que le gusta irse un mes de playa. Me gusta salir varios días pero en constante movimiento. No para estarme en un apartamento. Me gusta ver cosas.
Lo último que me ha llamado la atención: esta Navidad he estado en Madrid, que quería verlo en Navidad. ¿Sabéis que todo el alumbrado lo pone una empresa andaluza? En el teatro he estado otras veces. Cuando voy es para ver algo de comedia, como Quico Camoiras, Raúl Sénder, la revista, Norma Duval… Siempre por la zona de Callao o por ahí. También vi a Tip y Coll, que tenían un bar en Madrid: La Chistera. Estamos hablando de 1975. Una de las noches que estuve en ese bar estaba allí Tip.
Galicia también me gusta mucho. Ya he estado dos veces. Cataluña no me gusta. He estado una vez en Barcelona y le tengo fobia. No me atendieron mal pero… (gesto que lo dice todo). Del País Vasco conozco San Sebastián y Bilbao. Bilbao no me gustó mucho pero San Sebastián si merece la pena, sobre todo gastronómicamente.

TJD: ¿Una ciudad para vivir?
JP: Estepona. Si me tuviera que ir a algún lado, sería uno de los pocos sitios donde me gustaría ir. Voy hasta a pasar la ITV allí por no ir a Algeciras. Aunque ahora ya está dejando de ser pueblo pueblo.



TJD: Para terminar, ¿nos cuentas alguna anécdota que te haya pasado en estos cuarenta años en la Caja?
JP: Pues nos ha pasado de todo. Es típico que la gente venga a preguntarte cuánto le queda del préstamo. Recuerdo que se dio el caso de una persona, un hombre hecho y derecho, que se levantó llorando al saber que casi había terminado de pagarlo.
No se me pueden olvidar tampoco aquellos días en los que había que trabajar en tres turnos: desde el desayuno al almuerzo, del almuerzo a la cena y de la cena hasta que empezaba a oler el pan que Luis Luque estaba haciendo enfrente.
También podría comentar la petición más rara que nos han hecho. Una vez se coló uno en la oficina, cuando teníamos el mostrador grande. Le pregunto: ¿qué quiere? Y me dice: un tinto. El pobre hombre se había equivocado de barra, no sé cuantos tintos llevaría ya en el cuerpo o que se confundió porque donde está la Caja ahora antes era un bar, el de tu abuelo Carrillo.

Cuando miramos el reloj habían pasado más de tres horas de charla informal y amena con Juan Parra, un jimenato de pura cepa.

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